La conjunción del amor

Durante el 2024 se van a apreciar varias conjunciones planetarias y leyendo sobre esto, recordé una primordial para el amor, la conjunción entre eros filia y ágape, deseo amor y ternura. Y pensando en esa magnífica conjunción escribí un pequeño cuento que pretende explicar cada uno de los tipos de amor:

En el majestuoso Olimpo, donde los dioses gobernaban con poder y gracia, Zeus, el rey de los dioses, decidió crear tres seres que encarnaran las diferentes facetas del amor: Eros, Philia y Ágape.

Con un rayo de su mano, Zeus dio vida a Eros, dotándolo con el ardor del deseo y la pasión desenfrenada. Eros representaba la obsesión, la compulsión, la exigencia de exclusividad en el amor. Se aferraba a la creencia de que el amor era eterno y estaba destinado a fusionar a dos almas en una. Sin embargo, su fuego intenso a menudo consumía a aquellos que lo experimentaban, dejando solo cenizas de lo que una vez fue.

Mientras Eros ardía con intensidad, Zeus creó a Philia, la encarnación del lazo de la amistad. Philia era un espíritu apacible y comprensivo, que valoraba las diferencias y encontraba belleza en la diversidad. A medida que el tiempo pasaba, su influencia calmaba el frenesí de Eros, dando equilibrio y estabilidad a las relaciones.

Pero la trinidad del amor no estaría completa sin Ágape. Con un susurro suave, Zeus dio vida a Ágape, el amor benevolente y desinteresado. Ágape veía más allá de las apariencias físicas, amando al alma misma de los seres queridos. Cuando el sufrimiento tocaba el corazón de alguien, Ágape acudía con su ternura para envolverlo en el abrazo más puro y reconfortante.

Con el tiempo, los tres seres del amor se encontraron y se unieron en una conjunción celestial. Aprendieron que el verdadero amor no podía existir sin la presencia de cada uno de ellos: el deseo apasionado de Eros, la amistad inquebrantable de Philia y la ternura desinteresada de Ágape. Juntos, formaban un vínculo indestructible que trascendía las limitaciones del tiempo y el espacio.

En el Olimpo, aquel día resplandeció con una luz más brillante que nunca, porque se demostró que el amor verdadero no dependía de una sola faceta, sino que florecía cuando todas las formas de amor caminaban de la mano, complementándose entre sí.

Y así, la moraleja se hizo evidente: cuando falta uno, el amor sufre porque está incompleto. Solo al abrazar las tres formas de amor, el amor puede florecer en su plenitud, irradiando su luz sobre todos los que lo encuentran.

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